lunes, 17 de noviembre de 2014

Debate: ¿Se ejecuta adecuadamente la reforma del transporte?


Debate: ¿Se ejecuta adecuadamente la reforma del transporte?

A favor y en contra. Augusto Rey explica por qué cree que sí. Por su parte, Alberto Valenzuela, argumenta por qué no


Debate: ¿Se ejecuta adecuadamente la reforma del transporte?
Reformas y apariencias
Augusto Rey / Candidato a teniente alcalde por Diálogo Vecinal
Los políticos serán los últimos en admitirlo, pero la política es el reino de las apariencias. Cuando dependes de votos, postergar las decisiones difíciles se convierte en una tentación. Es que las decisiones difíciles tienen un costo, y cuando te das cuenta de lo rentables que son las apariencias, es muy fácil sentir que asumir ese costo no vale la pena.  
El trabajo detrás de la reforma del transporte rompe completamente con la lógica de la política como apariencia. Es un trabajo de decisiones complejas, de negociaciones y procesos de convencimiento que ocurren –la mayoría de veces– lejos de las cámaras y la prensa. El corredor azul, con sus errores y aciertos, es tan solo el lado visible de un minucioso esfuerzo liderado desde el municipio de Lima durante los últimos tres años.  
En nuestra ciudad, aproximadamente 100 mil personas viven de manera directa del sistema de transporte, cifra que aumenta fácilmente a medio millón si consideramos a quienes dependen indirectamente del sistema para sobrevivir. Ellos no son los enemigos de una Lima más ordenada, sino las víctimas de un sistema que mantiene a nuestra ciudad atrapada en el caos y el atraso. Esta ha sido la convicción del equipo que ha liderado las negociaciones con los transportistas: la de la necesidad de crear una reforma que responda a la complejísima red de demandas sociales en juego. Una reforma, en suma, inclusiva y específica para Lima. 
La implementación misma también ha tenido que balancear intereses diversos que muchas veces tienden en direcciones opuestas y aparentemente irreconciliables. No solo se ha tenido que pensar en los usuarios y transportistas, sino en los distritos que el corredor azulatraviesa, en los residentes de las calles aledañas, en quienes recorren largas distancias y en quienes únicamente quieren avanzar unas cuadras. Cada uno de estos frentes tiene sus propias demandas, y satisfacer algunas significa, inevitablemente, sacrificar otras.
Algo que la reforma, sin embargo, no ha estado dispuesta a sacrificar son los derechos de los trabajadores involucrados. Hacer eso a la vez que se desenmaraña el nudo creado por el sistema comisionista-afiliador ha sido difícil, pero es hoy tarea cumplida. Ahora, después de concluido este primer momento, la reforma ha llegado a las calles. Esta segunda etapa es tan –sino más– compleja como la ya concluida, y las molestias y dificultades que ha causado en los usuarios son entendibles. 
La tarea no es justificarlas, sino escucharlas y mejorarlas. A eso está abocado incansablemente el equipo de Pro Transporte y la Gerencia de Transporte Urbano. El servicio del sistema mejora cada día: se ha reducido el período de espera, se ha incrementado la flota de buses, se han mejorado los paraderos y actualmente se está trabajando con los vecinos de Amancaes y San Juan de Lurigancho, que son los que más inconvenientes han tenido. 
Se han construido los cimientos de una nueva Lima. La reforma del transporte, que es mucho más que el corredor azul, permitirá interconectar la ciudad de manera eficiente, ordenada y segura. Sostener esta política pública en el tiempo es condición necesaria de su éxito y requiere de una voluntad política inquebrantable. Hoy por hoy, según los planes de gobierno y las declaraciones de los candidatos, parece que Susana Villarán y su equipo son los únicos que la tienen.


El corredor de la soberbia
Alberto Valenzuela / Regidor metropolitano de Lima por el PPC
Susana Villarán ha jugado con un tema crucial para la vida de los limeños: el transporte. Atravesando por igual todas las clases sociales, las miles de horas que perdemos en movilizarnos constituyen el fenómeno social más transversal en la vida diaria de las ciudades. El déficit de orden y autoridad que promueve el caos e informalidad en esta materia genera pérdidas por más de US$7 mil millones al año. Este debe ser reducido a través de una reforma en el transporte, y la actual autoridad edilicia, como si fuera un juego, ha intentado, fallidamente, convertir esta reforma en un caballito de batalla electoral.
Pese al respaldo multipartidario que recibió Villarán en el Concejo durante los debates en torno al macro diseño de los corredores –en la campaña del 2010, el PPC planteó 23 corredores y esta administración tomó 5 de ellos–, en lugar de implementar el corredor azul hace un año, inició la ejecución de ésta importante reforma en medio de un proceso electoral, sin estudios de demanda confiables, con un tercio de los buses necesarios para movilizar 250 mil pasajeros, sin estaciones intermedias ni paraderos finales, ni rutas alimentadoras para el trasvase de pasajeros de distancias mayores a la ruta troncal.
¿Por qué hacer esto? Porque toda su gestión ha sido así. El corredor azul no es más que una radiografía de la improvisación que ha existido durante los cuatro años de gestión de Villarán. Aunque nacida de una buena intención, la mediocre implementación del corredor azul en plena contienda electoral nos trae a la memoria el absurdo alquiler de circulinas para la “inauguración” de patrulleros del serenazgo durante la campaña de revocatoria o el intento de colocar la primera piedra del mercado minorista Tierra Prometida sin tener proyectos aprobados ni financiamiento que lo sustenten. Dado que nunca pensó que ganaría las elecciones, no se preparó ni tuvo suficientes técnicos para atender los retos emanados del gran debate que constituyó la confrontación electoral con Lourdes Flores y el PPC en la campaña pasada.
La buena iniciativa de devolverles a los vecinos de Lima valiosas horas de vida laboral y familiar implica la necesidad de concertar. Lima es tan grande y compleja que solo una concertación puede generar las reformas sociales en transporte y seguridad que necesitamos con urgencia. Esa era nuestra propuesta de gobierno como partido.
Sin embargo, la soberbia con la que empezó esta administración municipal ha significado el mayor obstáculo para las reformas que esta ciudad necesita. “Villarán es la única que garantiza la reforma del transporte”, repiten hoy sus seguidores, insistiendo en el error. Pero es tal la soberbia que, además de romper la unidad del frente antirrevocatoria, abandonó para esta elección la alianza original que la llevó al poder con Patria Roja y Tierra y Dignidad. El PPC con Lourdes Flores jamás habría gobernado solo, sin concertar, porque Lima requiere no solo esfuerzo y buenos técnicos, sino también humildad.
La soberbia es el peor de los pecados. Cuando la buena voluntad se contamina de soberbia y a esta le sumas improvisación, el resultado es cuatro años sin mucho que mostrar. Ojalá no concluya la gestión con la frustración de ver, en los próximos años, cómo otro alcalde inaugurará lo que con buen tino se empezó. El pueblo tendrá la última palabra.
Fuente: Diario "El Comercio"

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